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sábado, 19 de marzo de 2011

KARMA


La Ley del Karma, de Acción y de Reacción o de Retribución, que de las tres maneras se llama, es la forma más justa y más fructífera para promover nuestra evolución. Cualquier otro medio no sería tan efectivo.

Con el Karma, el espíritu ve cuál es la causa de su sufrimiento y aprende lo que es negativo para no repetirlo. Es, por otra parte, una Ley que rige en toda la Creación.

Cada uno de nosotros somos responsables del cuerpo que tenemos, que no es sino una consecuencia o condensación de acciones del pasado. Es un simple vehículo vagamente apropiado del Espíritu. Un vehículo en el verdadero sentido del término, ya que sirve para trasladar al espíritu, una obra de artesanía cuyo artesano es el propio Espíritu. Y su conducta, actitudes y moral, presentes como pasadas, se encuentran reflejadas en él.
El Karma no es, en modo alguno, "fatalismo"

Su acción depende de nosotros mismos. Cada hombre es su propio legislador y su propio verdugo. Cada hombre decide, con entera libertad, su propia gloria o su propia oscuridad, su "premio" o su "castigo".
Tampoco es "azar"

Al contrario, es el ejercicio de la libre voluntad ya que, quien inicia libremente una acción física, de deseos o mental, es responsable de sus consecuencias y efectos que, antes o después, revertirán a su autor.

Como todo en el universo está entrelazado, mezclado y relacionado con todo lo demás, y no hay nada ni nadie que pueda existir aislado y por sí mismo, necesariamente los demás se ven afectados, de un modo o de otro y en mayor o menor grado, por las causas puestas en movimiento por cualquier individuo.

Como los más próximos son los que se ven más y con más frecuencia influenciados, se producen en las familias, en los grupos, en los pueblos, determinadas afinidades y tendencias recíprocas que se autoalimentan y dan lugar a lo que se llama el karma familiar, de los pueblos o de las razas, y que afecta, directa y especialmente, a sus miembros.

Tampoco en estos casos cabe decir que el karma "castiga" o "premia" porque su acción es totalmente aséptica y justa, formando parte de los mecanismos de la naturaleza y, por tanto, pudiendo remontarse a la causa primera, que es la armonía pura.

Esto es verdaderamente consolador para el hombre, porque nos hace ver que no dependemos necesariamente de nadie, que cada uno puede forjar su destino y que, realmente, eso es lo que se espera de él, puesto que puede elaborarlo favorable o no, manejando las energías de la naturaleza, poderosas y subyacentes a todo, actuando a su favor y convirtiéndose en colaborador de Dios o actuando contra ellas y retrasando su propia evolución.

San Pablo dice claramente que: "Aquello que el hombre siembre, eso recogerá".

Desde este punto de vista, la enfermedad es un mecanismo "purificador".

Sabemos que el Espíritu, el Yo Superior cuenta, para evolucionar, con sus vehículos inferiores (cuerpos físico, etérico, de deseos y mental), que constituyen la Personalidad, y que estos vehículos están dominados por el Cuerpo de Deseos, debido a la actuación de los Luciferes, y que ha de dominar ese cuerpo de Deseos y los hábitos perniciosos que ha adquirido, para poder regir la propia Personalidad y espiritualizar sus distintos componentes.

Ésa es la misión del karma. Y ésa es, en otra escala, la finalidad de la enfermedad: Si los hábitos negativos durante varias vidas hacen imposible el dominio de la Personalidad por el Espíritu, la enfermedad, con los sufrimientos que produce y con lo que significa en la vida y el tiempo, y el incentivo para la reflexión y la meditación que proporciona, hace que la Personalidad recapacite y dé un paso adelante hacia su espiritualización.

Por ejemplo: Si una persona tiene tendencia a comer en exceso, la indigestión le hará tener cuidado la próxima vez y, si no lo hace, vendrá la úlcera y luego el cáncer o cualquier otra dolencia, según el karma que se haya ido acumulando. Por eso, si bien hay un número determinado de enfermedades, no hay dos enfermos iguales, aunque sean víctimas de la misma dolencia, porque cada uno arrastra multitud de pequeñas causas, totalmente distintas de las de los demás, pero que le han llevado a padecer la misma consecuencia, o sea, la misma enfermedad. Por eso también la curación debe ser personalizada.

Y si se quiere realmente curar la enfermedad y no sus síntomas, hay que buscar sus causas kármicas y cambiar el carácter del enfermo (su conducta física, emocional y mental) para que deje de
La finalidad última, pues, de la enfermedad es la de proporcionar al enfermo una oportunidad de progresar en su evolución.

Una causa puesta en movimiento sólo puede ser neutralizada con su efecto. La causa principal de las enfermedades estriba en el egoísmo. El egoísmo, en todas sus vertientes (soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, pereza) hace casi imposible al Yo Superior conectar con la Personalidad.

Por eso aquél recurre a la enfermedad que, en cierto modo, rompe la dependencia de la corrupción y aligera el aura de cosas materiales, pues nos hace ver que no son permanentes y que, a la hora de morir, las dejaremos todas y, por tanto, no vale la pena perder la vida por poseerlas.

Como el problema radica en el Cuerpo de Deseos, es decir, el vehículo de las emociones, los sentimientos, los deseos y las pasiones, quien se deje llevar por ellas, será más propenso a la enfermedad. Y quien, concienciado del funcionamiento oculto del hombre, les haga frente y las domine y se forje un carácter fuerte y positivo, será inmune a ella.

La ley de Retribución actúa apenas cualquier ser autoconsciente pone en movimiento cualquier energía, sea ésta física, etérica, de deseos, mental o espiritual. Responde, por tanto, al ejercicio del libre albedrío por cualquier ser.
Realmente, esta ley actúa solamente sobre el que ha de sufrir los efectos de la puesta en movimiento de cualquier clase y cantidad de energía.
Esta ley existe desde la eternidad y en ella, porque es la eternidad misma. Y, no puede decirse que obra, porque es la Acción misma.
Sus efectos son inevitables, ya que las leyes cósmicas son parte de la voluntad divina.
¿Cómo se borra el karma?

El karma no es un acontecimiento inevitable. Para combatirlo hay que:

1.- Buscar su causa, siempre negativa.

2.- Desarrollar las cualidades del polo opuesto a la causa descubierta.

3.- Practicar la inofensividad para detener la creación de causas, y evitar la recaída.

4.- Dar los pasos físicos necesarios para hacer lo que el Espíritu ansía:
Y se consigue mediante el ejercicio , denominado Retrospección, que hace, precisamente, todo eso cada noche y logra, además, borrar del átomo simiente del cuerpo físico, todos aquellos pensamientos, palabras, deseos, sentimientos, emociones y actos negativos de la jornada, impidiendo así tener que vivir sus consecuencias.
Utilidad del karma

Despierta y desarrolla el discernimiento, la voluntad, las virtudes y la conciencia, con lo que evolucionamos ininterrumpidamente por el buen camino.

Esa utilidad puede ser:
a.- Inmediata, si nos damos cuenta o, luego, en la Retrospección.
b.- Remota, si esperamos al purgatorio.

El karma es, pues, el único medio que los seres imperfectos tenemos para evolucionar. Y hemos de considerarlo como una herramienta valiosísima, sin la cual no habríamos llegado a lo que somos ni podríamos aspirar a lo que deseamos ser. (seres plenos de LUZ)

Fuente: escritos de Francisco M. Nácher

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